martes, 9 de agosto de 2016

Trondheim, la dulce resaca de Basilea


Sevillafc.es

18 de mayo de 2016. Basilea. 21:30 horas. El Sevilla FC se marcha a los vestuarios del St. Jakob-Park aturdido. Noqueado. El Liverpool estaba siendo superior. Muy superior. El resultado de uno a cero a favor de los ingleses era justo. Hasta corto. Parecíamos desconectados. ¿Pero muertos? No, señores. Eso nunca. Habremos estado miles de veces al borde del abismo, pero muertos ni en pintura. Y quien quiera hacernos creer lo contrario es que jamás ha pisado el Ramón Sánchez Pizjuán. Bendito santuario. Capaz de aparecerse para adueñarse de la mente de los nuestros cuando la batalla estaba claramente en manos de los ingleses. Cuando nadie daba un duro por nosotros. Cuando muchos quisieron enviarnos prematuramente al lúgubre rincón donde yacen los derrotados. Entonces fue Unai Emery quien alzó la voz e invocó al dios que guarda con llave nuestro hogar. Una llamada de aliento y el corazón de los nuestros volvió a latir como solo lo hace el Ramón Sánchez Pizjuán cada domingo. Los jugadores se levantaron, presos de una fuerza interior inusitada, y regresaron al césped con los ojos ensangrentados. Sí, con esa sangre roja que inocula quien solo entiende de esta locura. 

Dieciséis segundos necesitó el Sevilla FC para igualar la contienda; dieciocho minutos para voltearla. Y tuvo que ser Coke. Nuestro capitán. Uno de los nuestros. El futbolista que recogió el guante hace tres años y convenció a todos los que han pasado por el vestuario del Sevilla FC de que la gloria era alcanzable con esfuerzo y tesón. Que nadie llega al cielo sin haber sentido alguna vez las brasas del infierno; que para reir antes hay que sufrir lo indecible; que nada se consigue sin sacrificio, y que la victoria estimula, pero es en la derrota donde más se aprende. Ese era nuestro capitán. Por el que estamos hoy aquí. Porque sus dos goles en Basilea no fueron más que un justo premio en compensación a los momentos amargos vividos en la más profunda soledad. Del resto se encargó quien nos protege casi por mandato divino: el Ramón Sánchez Pizjuán. Ese que desentierra sus raíces cada vez más a menudo para trasladarse allá donde el Sevilla FC cimenta sus sueños. Hoy no será diferente. Toca volver a soñar despiertos. Con los ojos bien abiertos y la cabeza muy alta. Porque hemos conquistado Europa cinco veces. Sí, cinco. Y quien pretenda pasar por encima de nosotros bien sabrá que nunca nos rendimos y que, aunque pretendan sacarnos de los focos mediáticos, nuestra luz alumbra más que los rayos del alba.

Esta noche en Trondheim nos encararemos de nuevo frente a frente con nuestro destino. Y le miraremos a los ojos una vez más. Como siempre. Sin arrugarnos. Sin complejos. Da igual la enjundia del rival, nosotros tenemos algo que no se paga ni con todo el oro del mundo: la mística de nuestro templo. Y la fuerza de Coke. Y la de todos los que residen en el Tercer Anillo. Y, por supuesto, la de todos los guardianes de Nervión. En Sevilla, en Noruega o allá donde estemos cada uno de nosotros, nuestra voz siempre acaba sonando más fuerte. Nos podrán superar en muchas cosas, pero no es más rico quien más títulos tiene, sino quien es eternamente fiel a una pasión que en ocasiones desgarra el alma; quien es dueño de un sentimiento inexplicable que ninguno de nosotros vendería ni por su propia vida. Y si no recuerden qué ocurrió en la grada del Calderón o en la de Basilea. En la derrota y en la victoria. Así que vivamos cada segundo de esta dulce historia y conjurémonos para elevarnos otra vez más hasta las estrellas. Esas que nos dieron la espalda en Cardiff y Tblisi, sí, pero donde nuestro nombre quedó grabado para los restos. Ese es nuestro gran título. El más preciado y del que muy pocos pueden presumir. 

twitter: @cmsanchezt

No hay comentarios:

Publicar un comentario