lunes, 17 de abril de 2017

Sampaoli y el sevillismo, en camas separadas

sevillafc.es

Vaya por delante que el sueño de cualquier entrenador es, salvo extraños casos, dirigir a su selección. Y más un argentino. Un deseo irrefrenable cuanto menos entendible. Lícito. Ningún sevillista cuestiona el anhelo de Jorge Sampaoli; pero sí las formas con las que está gestionando su irreversible salida del Sevilla FC. Jamás había visto tanta torpeza condensada en el mundo del fútbol. ¿Cómo un profeta prematuro encumbrado por una afición tan exigente como la del Sevilla FC ha podido -por sí solo- perder el respaldo de prácticamente todo el sevillismo en menos que dura un tango de Gardel? La respuesta es sencilla: se tardan años en ganarse la confianza y un segundo en perderla. Sampaoli jugó a ser diferente. A nadar a contracorriente. Y le creímos. A pies juntillas. Nos enseñó el camino para regresar al fútbol de nuestra infancia, al de la plaza o el parque, al que se juega con los pies descalzos, pero resultó que en el primer bache se pinchó la pelota. Era fácil caer en la trampa. Las secuelas del fútbol moderno hace tiempo que hicieron mella en nuestras conciencias y caímos irremediablemente en los encantos de un meticuloso orador. 

Amateurismo lo denominamos. Un término que olía a libertad. A tiempos felices. A retales de nuestra infancia. A aquella época de nuestras vidas en la que las cosas importantes eran intangibles y los sueños libres como versos. ¿Recuerdan? Éramos dichosos con un balón y una pequeña pandilla de amigos. Jugábamos un partidillo y disfrutábamos como quizá nunca más lo hayamos hecho. De eso se trataba. De regresar a la esencia. Ganásemos o perdiésemos. Y así fue hasta que salimos derrotados una fría noche en la Gran Bretaña; hasta que nuestras opciones de tocar plata este año se disolvieron como un azucarillo. En aquel momento se me vino a la cabeza una de las primeras declaraciones de Jorge Sampaoli cuando aterrizó en Sevilla: "Cuando llegue el día y me vaya de aquí, quiero que se me recuerde no por ganar, sino por la forma de jugar. Las formas son muy importantes". Y resultó que, con más de medio camino hecho, con unos números objetivamente espectaculares a estas alturas, fallaron las formas. Qué torpeza. No era cuestión de formas, sino de fondo. De fondo de red. En cuanto la pelota dejó de entrar, se cansó de pregonar un estilo de vida extrapolado al fútbol y miró a otra parte sin escrúpulos.  

El fútbol moderno es un negocio puro y duro, en el que la grada está a años luz del césped y viceversa. Pero le creímos. Soñamos que era posible regresar al fútbol de antaño más allá de conquistar títulos. Nos ilusionamos. Todos sabemos que reuniones y contactos hay cientos todos los días. Pero no era el momento de ventilar el cuarto. El Sevilla FC se juega más que cualquier interés personal. La diferencia con otros es que Sampaoli se desmarcó de los estándares nada más aterrizar y, en ese instante, se convirtió en rehén, una vez más, de sus palabras. Y de sus actos. Había ese riesgo. Idealizar requiere de infinitos valores. Y Sampaoli se despojó de ellos el día que pidió un Sevilla que luchara por la Liga. Aquellas palabras fueron la ventana a otra parte. El comienzo de una velada batalla personal en la recta final de un campeonato en donde aún hay tela que cortar. La situación es irreversible. El sevillista es un ser apasionado. Y fiel. Y nos sentimos engañados. Suerte o desgracia, abrimos atónitos los oídos en el momento justo y escuchamos las palabras vacías del hombre que un día nos hizo sentir orgullosos para, seguidamente, meternos en el baúl de sus recuerdos cuando vinieron mal dadas. Ahora toca seguir durmiendo en camas separadas durante el próximo mes. Después, cada uno por su lado... Adiós y gracias.  

Carlos Sánchez
twitter: @cmsanchezt 

lunes, 10 de abril de 2017

La mayor de nuestras victorias

sevillafc.es

Nunca me cansaré de repetirlo. El Sevilla FC es diferente. Distinto. Particular. Un oasis en la geografía de la normalidad. Allí suceden cosas extraordinarias. Una montaña rusa interminable. Les haré una pregunta: ¿Conocemos los sevillistas el término tranquilidad? Respondanse ustedes mismos. Vivimos en una atmósfera en constante ebullición. Cuando todo fluye, brota de la nada cualquier tipo de distracción. Unas veces desde fuera; la mayoría desde dentro. Se podría decir que vivimos en un conflicto interior con pocos visos de remediarse. De cuando vienen mal dadas ni hablamos... El equipo ahora mismo es cuarto, a falta de siete jornadas y siete puntos por encima del quinto. Llueve menos, dirán algunos. Una clasificación excelente en una de las temporadas más convulsas que se recuerdan. ¿Le encuentran explicación a tanto sufrimiento?

Hemos aguantado embestidas que han dejado y dejarán profundas heridas: dos despedidas de Monchi -sin lugar a dudas una de las personas más influyentes en la historia del Sevilla FC-: una frustrada que nos dejó maltrecho el corazón, y la definitiva, la que nos desgarró el alma; un amago de huida de Sampaoli cuando apenas había aterrizado, y parece, por sus últimas declaraciones, que habrá un segundo capítulo; un supuesto dopaje de Nasri, que cayó en saco roto; el fantasma creciente de la entrada de capital extranjero o un sinfín de multas e injusticias teledirigidas que conllevaron una ausencia de colorido durante un tiempo irrecuperable en el Ramón Sánchez-Pizjuán. Al menos en este sentido recuperamos el Norte. Demasiado ruido. Ensordecedor. Pero escuchen bien... Volvemos a estar unidos. Que esta grada vuelva a festejar juntos de nuevo. ¿Qué más necesitamos? Suficiente. Los Biris regresaron y Jovetic tardó 54 segundos en marcar. ¿Casualidad? La unión hace la fuerza. Resultó evidente.

La solución parece tan sencilla como complicada de aplicar. Nos queda un mes y medio de competición aproximadamente. Problemas fuera. O, por lo menos, a un lado. Ya tendrán tiempo de volver a florecer las malas hierbas, pero evitemos regarlas nosotros mismos. Al fondo se escuchan de nuevo los acordes de la Champions. Sigamos dando pasos. Firmes. Sin mirar atrás. ¿De qué sirve regodearnos en nuestras penurias a estas alturas? El sábado logramos la mayor de nuestras victorias: Nervión volvió a rugir como nunca debió dejar de hacerlo. El Sevilla FC, para quienes lo amen hasta la eternidad. Sin medias tintas. Y quien quiera irse, que se marche, pero con el compromiso de pensar en presente y morir por este este escudo hasta que haga lo propio la temporada. Ustedes mátense en el campo; nosotros, en la animación. Si algo quedó claro el sábado es que el Sevilla FC está por encima de las personas, amén de aquellos leones con alma de guardianes. Escudo, bandera y afición. Señores dirigentes: cuiden a su gente. Protéjanla de las injerencias si vuelven a la carga. Lo demás es accesorio. Estamos de vuelta. Y pobre del que quiera robarnos la ilusión.


Carlos Sánchez
twitter: @cmsanchezt