lunes, 23 de abril de 2018

Heridos en nuestro orgullo

sport.es

Nunca había sentido tanta vergüenza. Ni siquiera en aquel último descenso a Segunda en el año 2000, cuando el Sevilla FC se arrastró a lo largo y ancho de España. A fin de cuentas, aquel equipo estaba a años luz de tratarse de la mayor inversión presupuestaria del Club. Un curso después de aquel borrón, nació el germen del actual Sevilla FC. La semilla de un proyecto que ningún sevillista hubiera imaginado jamás. Desde cero. Pero con la genética plasmada en el posterior himno de El Arrebato. Fueron tiempos difíciles, de zozobra, pero necesarios para adquirir perspectiva y ahuyentar las malas hierbas. Ahora, dieciocho años después, hemos tirado a la basura el legado construido desde aquella regeneración. No se trata de realizar comparaciones odiosas entre ambas épocas, sino de poner en entredicho la gestión institucional y deportiva actual que, si bien no supondrá un descenso a los infiernos, ha logrado algo todavía peor: herir nuestro orgullo.  

El bochorno en la final de la Copa del Rey es solo la guinda a una temporada inadmisible, por más que el Club intente edulcorarla con los éxitos conseguidos en el transcurrir de las competiciones cortas y la coartada de poder concluir todavía en puestos europeos. Nadie parece ser consciente -o esa es la impresión-, de puertas hacia adentro, de que la verdadera preocupación del sevillismo, a día de hoy, no es ya la indigesta asimilación de un ridículo puntual (que tampoco han sido contados esta temporada ni mucho menos), sino el temor a mirar al futuro y ver las mismas caras que han permitido la degradación de un proyecto sólido y asentado; que han demostrado ser el problema y no la solución con las decisiones más que cuestionables que han tomado cada una de ellas en su ámbito de acción. Entre sueldos autoimpuestos, confecciones de plantillas deficientes sin retorno económico y declaraciones desafortunadas en rueda de prensa, José Castro, Óscar Arias y Vincenzo Montella han dilapidado, en un abrir y cerrar de ojos, la ilusión del sevillismo en la temporada con mayor gasto presupuestario en la historia del Sevilla FC en la conformación de la plantilla. 

De qué serviría pedir perdón a todos los que sintieron vergüenza el sábado si nada cambia. Hay miedo a que todo siga igual. A que el Sevilla FC siga gobernado por quienes guardaron en un cajón la llave de la ambición el día que Monchi salió por la puerta. La única solución pasa por el cese de los máximos responsables de la parcela deportiva y la dimisión del Presidente cuando concluya la temporada. Si no antes. Que solo uno de estos tres actores continúe un minuto más allá sería una irresponsabilidad supina. Es necesario empezar de nuevo. Regenerar el esqueleto de la entidad. Apostar por personas de Club, que impregnen de sevillismo cada rincón de la Ciudad Deportiva y sepan explicar a los que se ponen las botas que este sentimiento centenario ni se mancha ni se usurpa. Volverá el Sevilla FC. Por supuesto. Porque hasta en el peor de los escenarios cuenta con una legión de locos de la cabeza incondicionales. Tocados y heridos, pero nunca hundidos. Ellos son el Sevilla FC. Y a ellos se les debe reparar el daño causado. Estará interesante la presentación de la campaña de abonados para la 18/19. Esperemos que ya en un Ramón Sánchez Pizjuán limpio y libre de cargas.


Carlos Sánchez
twitter: @cmsanchezt