domingo, 26 de mayo de 2019

Por muchos fracasos más

sevillafc.es


Escuché decir a Woody Allen en una ocasión que "si no fallas de vez en cuando, es que no estás haciendo algo verdaderamente innovador". ¿Somos conscientes del crecimiento sostenido del Sevilla FC en los últimos quince años? ¿De lo difícil que resulta mantenerse entre los más grandes año tras año? Deberíamos acometer una profunda reflexión al respecto. Hemos normalizado la palabra fracaso hasta rozar la frivolidad. Son muchos los que han empleado este término para calificar la recién finalizada temporada del Sevilla FC. La decimoquinta de las últimas dieciséis en la que estaremos en Europa. Empieza a faltarnos espacio en ese mural del Viejo Continente donde marcamos con chinchetas todas las ciudades que hemos visitado. Quizá frustración por la oportunidad perdida. Entiendo, incluso, el sentimiento de decepción después de haber alcanzado la cima y, poco más tarde, caer cuesta abajo y sin frenos. Pero, ¿fracaso? ¿Acaso hemos olvidado el dolor de las lágrimas derramadas cuando descendimos a los infiernos? Quien ha vivido un descenso sabe que nada tiene que ver. Nunca perdamos el norte. Desde luego, si fracasar era esto, que me hagan hueco en este lugar hasta la muerte. 

Se ha convertido ya en un tópico, pero ha sido otro año complicado, en el que se han concatenado un buen puñado circunstancias: tres rondas previas en verano, un cambio de entrenador, lesiones de larga duración... y ahí seguimos. A pesar de las dificultades, con el rumbo enderezado. A velocidad de crucero. Con el capitán de San Fernando de nuevo al mando del barco. En las mejores manos. Y ni siquiera esto garantiza el éxito, mucho menos tocar plata, aunque para algunos ambas cuestiones estén ligadas. Eso es una locura. Se prevé revolución en una plantilla que ha mostrado evidentes carencias, pero que nos ha renovado el pasaporte para viajar por Europa un año más. Podrá saber a poco, pero el tiempo valorará en su justa medida la trayectoria del Sevilla FC. La cuestión es que, muy a menudo, confundimos la exigencia con la realidad, la ambición con la razón y la pretensión con la cordura. Hace veinte años vivir así era impensable. Y eso que el techo de este Club, probablemente, quede más alto aún. Ni en nuestros mejores sueños alcanzamos cotas como las que hemos logrado. Carecemos de perspectiva. ¿Qué es eso en el fútbol, verdad? Convendría recordar que olvidar de dónde venimos, podría suponer repetir, algún día, errores del pasado. Y entonces, sólo entonces, entenderemos la verdadera dimensión de la palabra fracaso. 

Se puede ser crítico con la involución en pocos meses de un equipo con 200 millones de presupuesto -el bajón en el rendimiento del equipo en la segunda vuelta copará horas de análisis y reflexión a los profesionales-, pero otorguemos el valor que corresponde a cada cosa y dictemos sentencia desde un punto de vista más amplio. Ya no se celebran las clasificaciones para Europa en la Puerta de Jerez, y hemos asumido como habitual llegar a una final cada breve espacio de tiempo. No nos engañemos: el gusanillo en el estómago ya no es igual. Es otra sensación. Diferente. Y eso significa mucho. Se ha esfumado ese hormigueo a cambio de sonrisas cómplices con los nuestros. De miradas henchidas de orgullo. De llamadas entre colegas como el que recuerda que el lunes toca volver a la rutina. Como Eindhoven, nada, pero hasta Turín llegamos a creer que los tiempos de plata ya nunca regresarían. Esa fue la clave: insistir. Persistir. Nunca desistir. A veces se necesita tiempo para reencontrarnos, para hacernos fuertes, para armarnos y presentarnos en el momento oportuno con los argumentos necesarios. Pero antes, se debe disfrutar del camino siempre que se pueda y aprender cuando se tuerza. Nadie puede asegurarnos que volvamos a disputar una final, o ni siquiera que estemos cerca de llegar, pero para poder ser hay que estar. Y el Sevilla FC estará. Como siempre últimamente. Mientras apila fracasos, claro...

Carlos Sánchez
Twitter: @cmsanchezt