sábado, 16 de diciembre de 2017

Desalmado

laverdad.es

Cuesta digerir el momento que vive el Sevilla FC. Quizá pueda resultar un tanto osada tal afirmación si echamos la vista atrás un par de décadas, pero la triste realidad es que el sevillismo se ha desilusionado de forma precoz. En un abrir y cerrar de ojos. Más allá de los desafortunados planteamientos de los partidos, de las pésimas lecturas durante su transcurso, de los esperpentos tácticos perpetrados y del escalofriante rendimiento individual de todos y cada uno de los futbolistas de la primera plantilla, duele, y mucho, ver a un equipo desalmado. Sin corazón. Abatido. Superado de principio a fin por su propia sombra. Irreconocible. Los tres últimos compromisos (Maribor, Real Madrid y Levante) han terminado por arrasar la maltrecha paciencia del sevillismo, hasta el punto de que ya muy pocos, ni siquiera los más optimistas como quien escribe estas líneas, ven factible una reacción si todo continúa igual: a la deriva. 

Nunca he sido partidario de despedir a un cuerpo técnico a mitad de una temporada. Me parece que, salvo contadas excepciones, es pan para hoy y hambre para mañana, pero es indudable que hay que dar un golpe en la mesa. Y un par de gritos en el vestuario. La idea de juego es inexistente. Sustentada en la inercia, carente de fundamento. Como la gestión de esta situación desde la planta noble, marcada por el silencio, solo roto en momentos puntuales para tapar las goteras con discursos prefabricados. Y en el fondo de la cuestión, en la raíz del problema, la profanación de lo innegociable. ¿Qué han hecho con el alma de este equipo? Su razón de ser. Su evangelio. ¿Quién ha desterrado la casta y el coraje? ¿Cómo es posible que nadie haya tomado medidas en este asunto? Puedes perder, pero nunca tus valores. Y la triste sensación del sevillismo, tan solo cuatro meses después de que arrancara la 'era Berizzo', es que, al menos en lo que resta de temporada, salvo que se tomen de una vez decisiones drásticas, vagará por los campos con el único deseo de mantener la dignidad. 

Y es que cuando uno sube el precio de los abonos hasta estrangular el bolsillo de muchos sevillistas, se le debe pedir, al menos, tomar decisiones directamente proporcionales a la exigencia impuesta, porque la subida injustificada del pasado verano también debería llevar implícita una cuota de responsabilidad, aún mayor si cabe, por parte del Consejo de Administración del Sevilla FC. Y más cuando se atente contra cuestiones inalienables al escudo. Ojalá solo se tratase de una carencia de patrón de juego. Que también. Pero, por desgracia, va mucho más allá. Es el estado de indolencia permanente en el que flota el equipo el que irrita al sevillismo. La cruda e indescriptible sensación de no sentirse representado por quienes defienden el escudo en el terreno de juego. El peor de los diagnósticos. Por suerte, la estructura es tan sólida que solo la fuerza de la corriente ha llevado al Sevilla FC a estar presente en todas las batallas que esperan con la llegada del nuevo año. En el horizonte se atisba fuerte oleaje, y solo la irrupción de líderes en todos los niveles del Club podría revertir esta bochornosa dinámica. Hay tiempo. Es la única esperanza. 


Carlos Sánchez
twitter: @cmsanchezt 


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