Cuánto dolor, José. Cuánto dolor calmaste. En los peores días. Tu sola presencia en un terreno de juego alimentaba el ánimo. Ahuyentaba fantasmas. Y concedía treguas. Mis seres queridos más cercanos, quienes padecen mi sevillismo exacerbado, bien saben de lo que hablo. Fuiste medicina a sorbitos. Un respiro en la batalla. Verte fantasear suponía tanto. Me daba tanto. Sin saberlo, o quizá sí, sembrabas ilusión en los tuyos para encarar esta puta vida con fuerza. Tu fútbol era verdad. Tu verdad. Y la de muchos que nos plegamos a tu forma de entender este bendito juego. Cambiaste la historia de la pasión que nos une, pero también la existencia de muchas personas. Y eso vale mucho más que toda la plata que nos diste. Recuérdalo. Allá donde estés. Ilumínanos como cuando acariciabas el balón.
Me cuesta horrores despedirte por segunda vez. Yo que pensaba que ese trago ya lo saldé hace años. Que todo fuera como aquella vez. Cuánto dolor, José. Cuánto honor en tu legado. Cuántas sonrisas contagiadas. Cuánto fútbol en tus pies. Gracias por tanto. Por hacernos tan felices. Tan dichosos. Por hacernos reventar de orgullo. Pero, sobre todo, gracias por hacernos soñar cada domingo. Por hacernos creer que siempre hay un pasillo más, un camino más, para conseguir tu propósito. Eras magia. Esa media sonrisa te delataba. Lo sabías. Y así te recordaremos. Como el genio que interiorizó su papel y voló libre ignorando los manuales del fútbol. Fuiste el remedio natural a los preceptos impuestos. El sueño de cualquier niño. El deseo por lo desconocido. La irreverencia. El arte y el salero. Fuiste... el Rey de Reyes, José.
Carlos Sánchez
Twitter: @cmsanchezt
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