martes, 2 de mayo de 2017

Apaguen las luces del Real

sevillafc.es

Nos apasiona mayo. Nos gusta jugar finales. Nos hemos malacostumbrado a unir con asiduidad ambos conceptos en la última década. Bendita fusión. Y, sin comerlo ni beberlo, cuando todo parecía visto para sentencia, cuando ya se hablaba más de futuro que de presente, nos encontramos de bruces con un partido que, si bien carece de algunos ingredientes de una final, se antoja decisivo para volver a estar entre la élite del fútbol europeo la próxima temporada. Hablamos del partido contra la Real Sociedad del próximo viernes en el Sánchez-Pizjuán. Esta vez no habrá campo neutral. Esta vez Nervión debe reventar. Debe decidir. Después restarán tan solo dos jornadas más, con mención especial a la visita al Santiago Bernabéu en la penúltima fecha. ¿Entienden la importancia del partido?

Olvídense del pasado. Nada de lo vivido anteriormente servirá el viernes. Hay que ganar. Es de suma importancia la victoria. Y solo existe una forma de aproximarnos al éxito: llenar nuestro estadio. Hacer sentir al rival que somos infranqueables, y a los nuestros que estamos presentes. Como siempre. En las buenas y en las malas. Defendiendo la gloria de un escudo que nos hace sentir orgullosos cada día de nuestras vidas. El viernes no habrá un título en juego, pero sí el pasaporte para enfrascarnos de nuevo en otro viaje hacia quién sabe donde. Allá donde los sueños se cumplen. Donde nuestro destino espera impaciente. Hemos llegado hasta aquí después de precipitarnos desde las alturas a mitad del camino, de levantarnos a duras penas y de mantenernos de pie gracias a la fuerza que nos insufló volver a unirnos. Y aquí estamos. Contigo, Sevilla FC. 

Nos toca a nosotros, guardianes. El equipo necesita de nuestro empuje. Sí, duele la derrota del lunes, los regalos que concedimos, pero... ¿De qué sirve lamentarnos si tenemos la oportunidad de subsanar el error? Creer, luchar, ganar. Tres verbos concatenados que deben regir el partido contra la Real Sociedad. Fallar provocaría sentir el áspero tacto de sombras alargadas, de voces estridentes a nuestras espaldas. Esto es Sevilla. Es nuestro estadio; es nuestra ciudad. Y aquí todo el que viene se ha de batir en duelo contra once tipos y cuarenta mil gargantas. Después, llegarán los análisis y las decisiones. Ahora, apaguemos por varias horas las luces del Real. Y de la Real. Y encendamos el Ramón Sánchez-Pizjuán. Que ruja como en las grandes noches. Recuerden: el billete a la Champions se decide en nuestro templo. Nuestra verdadera Feria. En nuestras manos está el futuro inmediato de la pasión que nos une. ¿Quién se apunta?

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