domingo, 4 de diciembre de 2016

Nunca más, Sevilla FC

sevillafc.es

Soy sevillista de primera generación. Nadie me contó ni un capítulo de nuestra inmaculada historia antes de enamorarme eternamente del Sevilla FC. Mi mayor orgullo, siendo madrileño de nacimiento, será siempre haber inhalado el amor a estos colores -sin saber aún por qué- cuando el club se zafaba, a duras penas pero con la cabeza alta, por los campos de Segunda, a finales del siglo pasado. Eran tiempos complicados. Incluso pocos años antes estuvo al borde de descender a Segunda B. Pero nunca dejó de competir. De luchar hasta el último suspiro. Jamás. Hasta el sábado en Granada. Les aseguro que nunca antes sentí tanto dolor. Nunca antes me sentí avergonzado de esa manera. Fue inadmisible. Y todo por un maldito partido de Champions League en el horizonte. 

Sí. Lo sé. Con razonables argumentos de peso podrían rebatirme ustedes que simplemente por el hecho de estar a las puertas de un partido trascendental de la máxima competición continental ya es suficiente motivo como para sentirse orgulloso del Sevilla FC a pesar de la derrota. No. Rotundamente, no. Ser sevillista es mucho más que eso. Al menos así lo entiendo yo. Hay unos valores inherentes que reivindican el mayor de los esfuerzos en cada contienda. Sin mirar quién es el rival ni la competición. Y el sábado el Sevilla FC despreció el Campeonato Nacional de Liga, como de forma cristalina afirmó mi admirado Guillermo Sánchez. Nadie en el club, nadie, interiorizó la importancia que tenía el partido de Granada para los sevillistas. O al menos esa fue la sensación. Una actitud a la postre reflejada en la disculpa implícita del primer capitán, Vicente Iborra, cuando al final del encuentro reconoció abiertamente que quizá la cabeza estaba en otra parte. 
 
Este Sevilla FC estaba a las puertas de firmar una nueva página de oro. Tenía la oportunidad de lograr la mejor puntuación de su historia en Primera División en las primeras catorce jornadas y, de paso, colocarse en una posición soñada en la Liga. Pero simplemente acudió a Granada, selló su comparecencia, y tal como llegó se fue. Pensando en Lyon. Maldito Lyon. Ese choque que ya copa todos nuestros pensamientos, pero que debió mantenerse al margen durante noventa minutos. Ni una vez más Sevilla FC. Ni una vez más. Porque obviaste que para hacerte grande fuera de tus fronteras, primero debes ser coloso en tu tierra. Y porque, nunca lo olvides, ningún sevillista, ninguno, se ha sacado la espinita de lo que ocurrió en Mallorca hace ya casi diez años. Tú bien sabes de lo qué hablo. Solo te pedimos que luches con casta y coraje cada vez que saltes al terreno de juego, ganes o pierdas, pero que jamás le vuelvas a fallar a toda tu gente. Nunca más. Te espero en Lyon. Como siempre.  

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